la ciudad creativa

Tuesday, November 21, 2006

Patatas con sabor a macarrones

He ido a Londres. Un fugaz pero intenso fin de semana.
Me ha gustado, claro, como las otras tres o cuatro veces que he ido.

He vuelto a ver los carteles luminosos de Picadilly Circus, las siempreazules fuentes de Trafalgar Square, la imponente fachada de Harrods, las siempre presentes obras de Westminster Bridge, decenas de japoneses haciendo fotos en la Abadía que ya es la de las pompas fúnebres de Lady Di…

Esta vez, me ha parecido más gran ciudad que nunca. Un poco, en el mal sentido de gran ciudad. Es una opinión y una sensación muy personal.

Grande, indudablemente, por sus dimensiones, pero, sobre todo, por la sensación de no poder andar por la calle entre tanta gente, por las inacabables colas para comprar billetes en el metro. Porque es casi imposible encontrar, de un día para otro, entradas para ver un musical…

Pero bueno, Londres es impresionante por muchas buenas razones. Desde luego que es bonita, preciosa, diría yo.

Es distinta a todas las ciudades, mezcla de ciudad moderna y a la vez absolutamente tradicional, atada a costumbres ancestrales, devota de familias sempiternas, admiradora de cambios de guardia que nunca cambian.

Impresiona, sí. Las construcciones, los edificios, las calles, el río impresionan.

Pero creo le falta estilo, le falta clase. No es por comparar, pero le falta el estilo y el diseño de Barcelona, el silencio, la calma, la clase de París. Le falta huir un poco del desorden y de la vulgaridad. Los que nacen y la malviven son quienes le dan esa vulgaridad.

Porque el diseño en Londres se paga, por cierto, a precio de oro. El estilo está escondido en exclusivos rincones. El silencio en Londres nunca lo he encontrado. La vulgaridad es accesible, lo demás, te lo cobran…

Lo exclusivo, lo diferente, lo estiloso es para victorias beckam y para los misteriosos pasajeros de blancas limusinas sobredimensionadas. Y las pobres princesas british de rubios cabellos se visten de fiesta, mueren de frío en sandalias y brillos de falso raso y strass, mientras esperan horas para tomar una copa con coca-cola de grifo en el supuesto selecto Café de París. Sí, el London Trocadero, club social de los principitos quinceañeros londinenses. Antes, ‘queue here’, otras tres horas para cenar una ‘caesar salad’ en Planet Hollywood...

Londres siempre huele a comida. Por donde quiera que vayas el olor es el mismo, a pesar de la diversidad de sabores de toda procedencia que puedes encontrar -¿Hay alguna comida típica que no sepa a ketchup?-. Los sabores distintos son aún un proyecto de I+D+i londinense…

En Londres, los niños de Cantabria que ahora sí pasan allí el fin de semana como quien lo pasa en la casa del pueblo, dicen que las patatas fritas saben a macarrones.

Snack foods are designed to be less perishable, more durable, and more appealing than natural foods. They often contain substantial amounts of sweeteners, preservatives, and appealing ingredients such as chocolate, peanuts, and specially designed flavors (such as flavored potato chips).

Foods manufactured primarily as snack foods are often subjectively classified as junk food: they have little or no nutritional value, and are not seen as contributing towards general health and nutrition...

Los niños que vuelve a Santander el domingo por la tarde ya saben que en noviembre ya están encendidas por doquier coloridas luces de navidad. Los niños saben que ya pueden comprarse un disfraz de santa claus, saben que, en Londres, todo se puede comprar…

3 Comments:

  • No hay silencio en London Eye, como no lo hay en Candem. Pero no todo Londres se circunscribe a un reloj, ni todo Londres tiene tan baja resolución como un luminoso de Samsung.

    El silencio de Londres se desata más allá del centro; se esconde entre los setos, en las urbanizaciones victorianas que guardan la herrumbre de los años sabiendo que tienen la llave del mañana. Porque Londres no es antiguo, ni clásico, ni moderno, ni desenfocado. Londres es contemporáneo.

    A Londres no le preocupa el tiempo porque el tiempo gira en su London Eye, se enrosca en la cúpula de Saint Paul y se expande por Hyde Park. Y entre las puertas rojas y los buzones grandes, allí donde no hay niños de Cantabria, ni bretones, ni personas, vive la quietud. Por eso, pasear por las calles de Londres, las auténticas calles, en el auténtico Londres, es descubrir el silencio que sólo se encuentra, a veces, en la propia mente de cada uno.

    By Blogger Mada, at 1:49 PM  

  • Conozco las auténticas calles esas de las que hablas; conozco las autéticas calles de auténticas ciudades de la Gran Bretaña.
    Grande, muy grande... inmensa.
    He vivido en una bonita casa victoriana, con frondosos setos y un banco en el jardín...
    He vivido en ella como una más. Hace algunos años, pero conservo su gente. Conservo sensaciones, conversaciones, olores y sabores (curiosamente identicos a los de ahora), voces, a veces ruidosas, muchas veces, otras no tanto...

    By Blogger vida sostenible, at 2:07 PM  

  • He estado en londres ultimamente, se perfectamente de que hablas cuando mencionas las patatas con sabor a macarrones, cuando el ruido de la ciudad te irrita, cuando no puedes caminar por las calles por los grandes tumultos de londinesas y londinenses, que llegan a la locura por conseguir una camiseta lo suficientemente ridicula, en oxford street, para que los españoles y españolas nos quedemos mirando e incluso, con respeto, nos riamos de ellos.
    A pesar de todo esto sigue siendo una ciudad maravillosa, que todo le mundo tendria que visitar alguna vez en su vida.
    Y para terminar si se quiere hablar de una ciudad hay que visitarla.

    By Anonymous Anonymous, at 11:00 AM  

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