la ciudad creativa

Saturday, September 30, 2006

Una ciudad, ciudad


Santiago de Compostela “es un pueblin”. Acabo de oír cómo una chica califica así a la capital de Galicia. La capital “porque aquí están las instituciones”, pero A Coruña y Vigo “son más ciudad”, me dice.

Esta misma chica, que vive en Santiago y tarda apenas quince minutos en llegar al trabajo, me explica que apenas tiene 100.000 habitantes. Cómoda para vivir, acogedora y dispuesta para ser recorrida a pie en cualquier momento.

Me lo dice una chica que hace seis años, a sus apenas 20, vino a trabajar a Santiago. Vino desde Buenos Aires, vamos, lo que ella llama una “ciudad, ciudad”. Y tanto que debe serlo. 13 millones de habitantes.

Aún le sorprende que en Santiago conoce al cartero, saluda a la tendera de la esquina, le sorprende que no pasa un solo día en el que, al ir por la calle, no encuentre a tres o cuatro conocidos; que al salir de por la noche habla con todo el mundo, que ya son “los de siempre”.

A mi
Santiago de Compostela me parece una gran ciudad. Con sus pequeñeces y sus grandezas.

La grandeza de su alma, de los jóvenes universitarios que pueblan sus calles, que charlan y ríen tomando un café. La grandeza que, en si misma, tiene Galicia. Y los gallegos, por cierto.

Santiago tiene la gran dimensión que le da encontrar gente de todo el mundo en la plaza del Obradoiro. Un grupo de ciclistas de amarillo chillón que contemplan exhaustos la imponente fachada de la catedral. Una docena de jóvenes que en el suelo, sentados en círculo, comen un bocadillo tras cumplir su objetivo de hacer el Camino, mirando de reojo las maravillas que ofrece la plaza. Seas de donde seas siempre encuentras un conocido que llega a Santiago.

Cientos de personas de toda edad, condición y procedencia se mezclan en esta pequeña gran ciudad.

A las ciudades, como a los pueblos, como a los países, o como a la casa de cada uno, la dimensión se la dan las personas que la habitan, aquellos quienes la visitan y la capacidad que éstos tengan de disfrutar de su ciudad, de su pueblo o su casa.

Creo que no se la dan los kilómetros cuadrados, la altura de los edificios, no se la da el número de habitantes...

La grandeza o la pequeñez se la dan las posibilidades que la ciudad ofrece de ser vivida, de convivir, de ser disfrutada.

Su grandeza es la de las oportunidades que ofrece.

Hábitos de lectura e internet

Contemplar las palabras sobre el papel escritas,
medirlas, sopesar su cuerpo en el conjunto del poema,
y después, igual que un artesano,
separarse a mirar cómo la luz emerge de la sutil textura.

Estos preciosos versos de "El oficio del poeta" de
José Agustín de Goytisolo, me dan una idea de lo que pueden sentir esos magos de la palabra escrita, que desde el comienzo de la historia, han hecho a la humanidad más civilizada.

Los escritores y las escritoras que, poniendo el alma y parte de su vida, en sus libros, nos han hecho sonreír, temer, llorar, pensar, enfurecer de rabia, o perder horas de sueño ante un conjunto de ordenadas páginas cubiertas con tapas duras...

Es una buena noticia que, en estos tiempos, en los que todo el mundo tiene acceso, gracias a la red de redes y sus blogs, a esa curiosa sensación de que le lean,
aumente el porcentaje de gente que lee y compra libros en España.

Aunque las cifras de lectores son todavía bajas, la evolución es positiva. Sobre todo entre la gente joven. Quizá esté contribuyendo al hábito de la lectura (que es al final la base de todo), el hecho de encontrar cosas interesantes que devorar en internet, contadas por personas de toda condición, que sin haber vendido, ni siquiera escrito, nunca un libro, nos ilustran con su experiencia o sus opiniones, sobre algunos de los temas que interesan a la gente. Temas, por cierto, que muchas veces no coinciden con los que aparecen reflejados en los medios de comunicación convencionales (pero esa es otra historia, para otro comentario).

Friday, September 29, 2006

mucha pereza

No hay cosa que más pereza me dé que las mudanzas. Aunque no sean más que temporales o parciales, porque termina el verano, y uno deja el pueblo y vuelve a la urbe.

Tengo demasiada experiencia en mudanzas. Mi condición de eterno y sufrido estudiante me hizo cambiar de piso cerca de diez veces en otros tantos años. Una locura. Recoge todo, limpia un poco, ordena en cajas, carga en el coche (o furgoneta), mira a ver si dejas algo, "¿ésto era tuyo o mío?", "no encuentro mi vinilo de Beach Boys por ninguna parte",
un desastre...

Y eso, dos veces al año. En octubre para empezar la Uni, y a finales de junio para dejar el piso, porque
el propietario tenía que clavarle 300.000 mil al mes a algún desesperado turista.

Ahora, desde hace más de un año, tengo piso propio y, por ahora, no me tocan mudanzas de calle ni portal, pero como el verano lo he pasado en el pueblo, me toca mudanza parcial. Sólo de algunas cosas (ropa, ordenador, algún libro, zapatos), pero sobre todo de algunos hábitos: ya no hace falta buscar coche para venir a currar, puedo quedarme hasta más allá de las nueve que es cuando sale el último bus, o tengo que limpiar y ordenar, aunque sea muy de vez en cuando, porque ya no está mi madre cuidando de mí, a mis 31 añitos...

Uff! Me da una pereza terrible, mucha pereza...Limpiar, barrer, ordenar, llenar la nevera, vaciar la leche estropeada en el fregadero, fregar los platos abandonados a su suerte durante semanas, purgar los radiadores, comentar el verano con los vecinos, recoger todas las cartas de la luz, el agua y el gas...

Con todo lo que ha inventado Bill Gates y no ha podido todavía con ésto. Qué era de las nuevas tecnologías es ésta que seguimos bajando a la tienda de la esquina a pedir, por favor, cajas de cartón y continuamos haciendo acopio, compulsivamente, de bolsas del lupa, porque seguimos sin descubrir la fórmula de la telemudanza, o a la cybermudanza...

Yo querría vivir en una ciudad que sea capaz de gestionar, de otra manera, la mudanza de sus ciudadanos.

Esa sí que sería una ciudad creativa. :-)

me gustaría escribir desde La Caleta

Lo confieso. Me encantaría estar ahora escribiendo (desde mi dispositivo móvil claro) este comentario desde la playita de La Caleta en Cádiz. La única playa del mundo que para entrar es necesario cruzar una puerta. Cerca del castillo de Santa Catalina, en la punta de Campo del Sur, se esconde esta joya de la que fué ciudad romana de Gadir.

¿Qué tiene Cádiz que aquél que va siempre repite?...y repite, y repite...

Desde
Torre Tavira uno se puede hacer una idea rápida de la belleza de esa ciudad. Seguramente esté mal conservada, quizá necesite más rehabilitación, pero los gaditanos saben cuál es su potencial. Y vaya si lo aprovechan.

Una cualidad básica de algunas ciudades es saber lo que son o, por lo menos, lo que quieren ser.

Barcelona sabía que quería ser olímpica, Bilbao sabe que quiere ser un espacio para las mejores creaciones de los más reputados arquitectos del mundo, Madrid quiere ser cultural aunque, a veces, es más la ciudad de las obras interminables, Santiago es ciudad universitaria, Gijón es la participación y la cultura alternativa...por no hablar de París, Berlín, New York, Sanghai, Londres, etc...

Todas esas y muchas más, en mayor o menor medida, tienen un rumbo a seguir, un ideal de ciudad, un modelo.
Son esas las ciudades que progresan. Las que consiguen implicar a las personas en la construcción de ese modelo.

La ciudad donde vivo, Santander, lo está esperando. Lo necesita pronto.

Berlín, ciudad creativa

Una de las muchas ventajas de la red es el hecho de que puedes acabar conociendo un lugar, a pesar de no haber estado nunca. Evidentemente, no es lo mismo. Pero ni de lejos. Aunque, a veces, es un consuelo, leve, pero consuelo al fin. Me pasa con Berlín. He ido a Alemania varias veces, pero siempre me quedé por el sur de ese gran país. La capital es tierra no conquistada aún. Y creo que Berlín es una de esas ciudades que uno no se puede permitir el lujo de no conocer.

La UNESCO la ha reconocido dentro de su exclusiva
Red de Ciudades Creativas, junto con Aswan, Bologna, Buenos Aires, Edinburh, Montreal, Popayan, Santa Fé y Sevilla, de reciente incorporación. Las razones son variadas. Algo han tenido que ver los más de mil eventos culturales que tienen lugar a diario, también las cinco mil personas que estudian diseño en sus aulas, o los trece millones de turistas que la visitan cada año.

En Berlín todo tiene sitio, hasta los restos del muro. Desde jóvenes diseñadores, hasta galerías de arte, festivales de cine, fotografía, pasando por un buen número de pequeñas salas de teatro y cine, y mucho ambiente nocturno. Dicen que es la ciudad que nunca duerme. Y será por algo.

Para qué dormir, si se puede crear.

Llego tarde, pero llego

Lo sé, llego tarde. No soy nada original. Incluso el título del blog está muy visto y leído. Pero es que ya me daba verguenza confesar delante de mis amistades aquello de: "¿yo?, pues yo...no, no tengo blog".

Al final todo va por modas, y la tecnología también.

No sé si conseguiré reunir en torno a este sitio, a alguna gente con ganas de pensar y de escribir sobre las ciudades, sobre sus gentes, sobre la calidad de vida, la creatividad, y la sostenibilidad económica y medioambiental. Hay ciudades y ciudades. Hay personas y personas. Y hay muchos blogs en internet, cada día más, para casi todo. Este quiere sumar.

Bienvenidos.